Regresa el taller de relatos en septiembre con "Canciones que me inspiran a escribir" II
Dos clavos para mis alas
inspirada en la canción de Enrique Bunbury
Mirando a la pared como si fuera un último recuerdo del que nunca más la memoria
reconocerá como suyo, en silencio observo los clavos que traspasan mi columna, amo ese sufrimiento
porque aunque me tiraras al mar seguiría ahí, conmigo. Jesús, ahora ya sé lo
que es una cruz. Tal vez mi voz sobrevivirá, no con la misma intensidad del
primer grito que emití al nacer, pues
supe que mi madre me había expulsado a
golpe de silencio de su útero en aquel instante innecesario. No sé vivir sin
dolor y desilusión, la vida se ha vuelto
una decadencia improvisada. Ahógame en el olvido, el tupido velo que
todo lo olvida (la traición, el desamor y la muerte) ¡Maldita sea dejad a la
anciana demente que alimente a las palomas del parque! Allí donde el
olor es fétido, donde los vagabundos se
emborrachan, donde la miseria nace. Mientras los “normales” emiten quejas,
salen de viaje estival, pagan impuestos
y ese etc. que es la extremaunción apocalíptica. Sí, esa parte que siempre pone
la otra mejilla para sentir la sumisión y sodomización de la vida. No importa
que el equilibro mental del espécimen
humano se haya deteriorado, no importa que Yolanda la del segundo y su marido
discutan a todas horas, morirán intentando entenderse.
Ese gran invento del amor ha destrozado
muchas almas, esa gran mierda ha hecho mucho daño en el inconsciente colectivo.
Solo me preocupan los libros apilados que nunca terminaré de leer y qué harán
con mis cenizas. No dejaré descendencia ni otorgaré testamento alguno. Volveré
a verlos al final del arcoíris. Las horas bajas de los amantes. Luis, ponte
bien la corbata y sigue adelante con tu bufete, allí donde has prostituido tu
arte por
dinero. Tus creaciones son
excreciones elitistas .El sol entra por mi ventana, escupo a la pared,
las sombras que dibujan mis manos hacen que Silvia aparezca, delgada y con
pechos pueriles pero
ramera en sus movimientos. Darío se volvió loco por ella, hablaban de la comida sana, de los “buenos
hábitos” que te hacen vivir más… pero para qué, solo era sexo y lo disfrazaban
de falacia. Oda a esa cantidad de
gente que se alimenta de espinacas, lentejas y todo tipo de frutas. ¡Pobres imbéciles,
vuestro nicho también os espera! Mientras Javi nadaba en un lago cualquiera de
un pueblo cualquiera de la ibérica península y ellos ponían dos tornillos a mis
alas y la fuerza de mi lenguaje y el
intento de escribir también se fueron para no volver.
Aurelia
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