Las Rutinas se convierten en Relatos Cortos en la Biblioteca
Nueva semana y nueva tarea en el taller de escritura de Relatos Cortos que, cada martes, imparte Mariano Gimeno Machetti en la Biblioteca.
Esta semana, los relatos premiados hablan de la claridad y de convertir un acto rutinario en literario. Tarea nada fácil...
Disfruta del mejor relato valorado por el grupo:
COMO CADA DÍA
(Hortensia)
Como cada día, después de una ducha casi fría que me recuerda
que no debo dejarme llevar por el culto a mí misma, me seco con la
toalla de algodón ,tan tiesa y rasposa que arrastra con la humedad todo el peso
muerto de mi piel.
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Tamara Feijoo |
Son las cinco y la oscuridad tras
los cristales enrejados me hace moverme despacio, sigilosa, aún sabiendo que ya
no puedo despertar a nadie.
Tras la ropa interior, blanca y
anodina, sin ninguna concesión al lujo, simple tela y elásticos me sienta en la
cama que chirría al recibir mi peso; el roce de la manta y el frío de la
habitación me hacen estremecer; siento el picor de la lana en la parte
posterior de mis muslos y me hace sentir consciente de mi desnudez.
La cama ya está estirada, en
perfecto orden y me inclino, sintiendo el
leve entumecimiento de mi espalda, para ponerme los calcetines de espuma
de color carne, opacos, donde algunas pelotillas denotan su uso. Al final del
día el elástico habrá señalado su dibujo como una calcomanía bajo mis
rodillas.Me calzo también mis zapatos negros, desgastados pero muy limpios.
Ahora de pie frente a la pequeña ventana cuyos cristales son
convertidos en espejo por la oscuridad exterior, recojo la larga falda morada, enfundo
los brazos en las mangas y saco la cabeza; luego, estirando forzadamente los brazos
busco la cremallera en la espalda y la subo rápidamente. La tela esta rígida y fría por el paso de la noche y
empieza a tener un brillo de ropa planchada.
Paso las manos sobre la
obediencia, estirándola. Sonrío
-” Hace un año iba casi siempre
hecha un adefesio porque no era capaz de hacerlo sin espejo”
…pero ahora en un gesto simple y
decidido me ajusto la diadema y cierro el velcro del velo en mi nuca que me
ciñe las sienes.
Suenan unos golpes en la puerta,
leves como un aleteo y ella coge rápido el breviario. Aunque no debe hacerlo se contempla un instante en el cristal de la ventana
y sonríe: es feliz, sabe quien es.
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Diane Von Furstenberg fotografiada por Peter Lindbergh |
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