Conociendo un poco más a los asistentes del Taller de Relatos Cortos de la Biblioteca a través de "El Diálogo"

Recién llegada aquí me costaba respirar, lo hacía flojito y discretamente. Fui al taller presintiendo una liberación. Escribir ha sido como expirar desde lo hondo, expulsando aire que no sabía que tenía. Me enseñaron a respirar. Malo. Me acostumbré. 
Hortensia 

fot. Emili Bermúdez
 TÚ NO SABRÁS NUNCA
Un sorbo de café medio frío le deja un regusto áspero en la boca; los dedos corazón e índice aporrean las letras del teclado. Roberta entrecierra un poco los ojos para contrarrestar su miopía y enfocar bien la imagen de la pantalla iluminada…en el recuadro fluorescente aparece un rostro, un hombre maduro con barba recortada cuidadosamente, la piel morena y los ojos pequeños y alegres…un rostro común solo destaca una barbilla prominente, rotunda.
-Hola amiga… ¿cómo estás?
Como en un acto reflejo los pulmones han exhalado el aire y parecen haberse olvidado de remplazarlo. Por un momento el mundo alrededor: café, teclado, mesa, salón, vistas al mar se desvanecen y solo queda esa sonrisa, dueña de unos dientes blancos y ordenados que “apuesto saben a menta” piensa Roberta.
-Han pasado veinte años…como un suspiro parece…
Su voz, con sonidos alemanes pegados a cada palabra española, ríe…
-Y aquí estamos…estas…estas igual…
Roberta es un manojo de juncos enredados por el viento, azorada las palabras no encuentran voz con la que pronunciarse…
También tu -“mentirosa… si hubieses sido como ahora habría cogido más aviones”
-….has cambiado tanto; menos mal que nos hemos encontrado en el mundo virtual…por la calle no te habría reconocido…
La imagen se mueve con espasmos debido a lo mal que funciona hoy internet….
-Quizá yo tampoco te habría reconocido…pero te hubiera detenido igualmente…
La imagen se congela y Roberta contempla esas manos que ha mirado quinientas veces desde ayer en Facebook sujetando un piolet en una cumbre nevada…ella las conoció…en sentido bíblico además, delgadas, blancas con dedos largos y tímidos de pianista; el tacto suave , cálido sobre la balaustrada de mármol del atrio de la facultad…”Ad maiorem Dei gloriam “
-No supe nada de ti después de…sus ojos miran a los ojos…pero solo es a un ojo negro de webcam…..después.
-Aún tengo tu carta…me dio miedo contestarte…y ya al fin
-¿Te casaste? Veo un niño con pecas en las fotos que cuelgas en internet….
-Mi hijo…debo confesar, padre que sigo en pecado.
-No veo pecado en tus fotos….hija
-Es que esas no las subo.
La imagen, que se mueve a saltos permite a Roberta contemplarle: el pelo escasea en las sienes, pero los años han hecho que su cara madure, que su rostro se defina…casi no se ve el recuerdo de aquel joven que ella conoció, que enarbolaba su fe como la bandera que iba a cambiar el mundo, aquel que se ruborizaba en las clases de moral sexual que impartía un jesuita, de nombre ya olvidado, pero de amaneramiento legendario entre todos los exalumnos…
Te acuerdas cuando
Sí que recuerdo…el inicio de las clases, cuando coincidimos en la bancada de primero, tú con tú sonrisa y tu corbata…sí que recuerdo ese tiempo en que intercambiábamos apuntes y experiencias..”
Sí que recuerda la noche en que coincidieron en el aeropuerto de Milán, él camino de Viena y ella de Madrid…y como pasaron esa larga madrugada…
Ella ha desconectado de la conversación e internet ha desconectado por iniciativa propia. La imagen del padre Harald se ha quedado congelada en la pantalla con un gesto que encuentra un eco en el profundo del cerebro de Roberta: sus dedos junto a los labios como para impedir que se escapen las palabras, la mirada en algún lugar…
Una vez en una película escucho que los ciegos cuando recuperan la capacidad de ver, su retina percibe imágenes pero el cerebro no las procesa inmediatamente. “No será verdad pero es hermoso.” Y así su cerebro procesa la última frase que ha dicho antes de quedar inmóvil….la entendería hasta en alemán. 
fot. Emili Bermúdez
 

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