Conociendo un poco más a los asistentes del Taller de Relatos Cortos de la Biblioteca a través de "El Diálogo"
Me gusta hacer juegos malabares con las palabras. Llenar
los bolsillos de un mundo real incierto, de perlitas de surrealismo.
Escribir la cotidianidad de personas desconocidas, para darles un sin
fin de probabilidades de maquillar sus vidas. Escribir es como sacar una
imagen de un cuadro y darle vida.
Zaya
![]() |
Fotografía de Leanne Surfleet |
LA VIDA
Como solía decir Felipe:
“Carpe Diem”. De repente, un día de lluvia al salir pronto del
trabajo pensó en regalarle a su mujer un ramo de rosas rojas. Sabía
que su mujer era de armas tomar, y debía deleitarla con aromas de
flores. Pensó que aquel día de lluvia era el mejor para decirle lo
nunca dicho, pues estaba harto de que ella siempre viera el mundo al
revés.
Se subió al autobús
algo más temprano de lo normal. El olor a humanidad le producía
náuseas. Lamentablemente, aquel día de lluvia no había podido
ducharse en el trabajo pues llevaba prisa, pues hubiera camuflado el
olor del autobús con su perfume varonil. Felipe se sentó junto a
dos señoras de mediana edad, quienes no paraban de criticar como
cotorras. Pobre individuo al que despellejaban con su verborrea,
pensó Felipe. Felipe deseó en aquel momento que se lo tragara la
tierra, pues no funcionaba aquello de a palabras mal sonantes…Y
continuó con su palique interno para mitigar tantas palabras mal
sonantes. Sin embargo, diez minutos antes de que el autobús parara
en su parada, Felipe tuvo suerte de que aquellas cotorras se
atragantara con sus palabras, pues parecían estar ya cansadas. Algo
extraño debió quitarles el insulto de sus bocas.
Al bajarse del autobús
aquel día de lluvia, Felipe iba pensando de camino a su casa, que
después de entregarle el ramo de rosas rojas a su mujer debía
cortar con ella de raíz. Atrás quedarían aquellos años donde
pensó que su mujer era la chica más increíble con la que había
estado. Atrás quedarían los paseos por el parque que iban siempre.
Atrás quedarían sus nombres grabados en cortezas de árboles
viejos. La vida había sido un regalo para Felipe cuando conoció a
su mujer, pero cuando el amor se termina, la vida pasa de largo.
Pensar en que sólo la muerte los separaría, ahora le resonaba a el
vacío que deja alguien cuando se va. La vida hay que vivirla al
máximo, porque morir es la ley de la vida, pensó Felipe antes de
entrar por la puerta de entrada de su casa.
Comentarios